El cuerpo se insinúa tras una capa translúcida que no oculta, sino potencia el deseo de descubrir. La materia envuelve, tensa, respira junto a la piel. El gesto desbordado irrumpe en la quietud, como un eco contenido que vibra en la superficie. No hay contacto directo, pero todo invita al roce, a una mirada que explora como si tocara. Una imagen donde el límite entre ver y sentir se vuelve difuso, y el deseo se vuelve piel.